Presentación

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jueves, 6 de octubre de 2016

Brazos

Los grandes pensadores han sido seducidos por las preguntas acerca del qué, cómo y porqué del mundo. Ante nuestra existencia tenemos a la mano las evidencias del arduo trabajo que hicieron estos personajes. Podemos recurrir a la filosofía, la ciencia, la historia y a las Sagradas Escrituras para tratar de entender o responder; todo depende de cuál sea el cobijo que más nos acoja. Buscar un refugio en alguno de estos “recintos” nos conducirá a la pregunta inicial: quizá no se logre responder y las pretensiones podrán ser arma de doble filo, pues pueden despertar o mantener dormidos. Ya sea que se camine dormido o despierto, ello no garantizará la respuesta, pero de algo se está seguro y, esto es que se ha correspondido a la seducción.

Exponer explicaciones acerca de cuál es nuestro origen o qué somos apunta a una misma cosa, esto es, a nuestra ignorancia. El cómo atendamos a ella nos llevará a encontrar asilo en algunos de los múltiples brazos abiertos. Habrá algunos que no querrán abrirse inmediatamente, otros se cerrarán y jamás permitirán que nos libremos, pues enmudecerá a nuestra voluntad; otros más nos brindarán “palmaditas de consuelo” ya que nuestras pretensiones tenderán a ser verosímiles. Pero, habrá unos brazos en los cuales hemos estado ahí siempre y, por nuestra voluntad o razón hemos solicitado que nos suelten; éstos accederán a nuestra petición. No obstante, quizá nunca se cerrarán, cuidarán de nosotros como los brazos de un padre cuando cuida de su hijo al momento de que éste comienza a caminar por sí solo.
Hace algunos días realicé mi petición, quise caminar sola, pero la caída me asustó demasiado, tanto que ya no quise caminar. Me golpeé con el agnosticismo y estuve a punto de identificarme con él ¡qué ilusa! Tal vez ni comprendo qué es eso, pero antes de realizar alguna afirmación, necesito ser cautelosa y recorrer el camino.  Sin embargo, tengo la esperanza de que esos brazos cuidan de esta caminante y, que día a día mi fe se aumenta, pues la caída me enseñó que lo más aterrador es perder la fe y, de suceder esto, seré presa fácil para caer en senderos de los cuáles no me dejarán salir jamás. 


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