Desde
que somos niños nos dicen que no nos dejemos engañar. Parece cuasi obligatorio
ir adquiriendo cierta malicia para poder ser parte activa del mundo.
Desarrollamos el sentido común para no ser tomados por tontos y confiamos en él
durante toda nuestra vida –ojalá me equivoque en esto último. También
aprendemos desde niños lo valiosos que somos y tratamos de perpetuar esa
importancia por sobre todo. Y es que, ¿qué sería de nosotros sin nosotros
mismos? En algún punto debemos aprender a defendernos del escarnio y la
degradación mundanos. Es este punto en el que, del engaño pasivo, pasamos al
engaño activo. Los hombres engañamos, ya sea por ignorantes, ya sea por deseo. ¿Qué
podemos hacer ante el engaño? Parece que no mucho, pues radica en la ignorancia
de aquel que recibe tal acto. ¿Es el engaño lo más natural al hombre?
Engañar es manipular la voluntad
ajena para alejarla de la búsqueda de la verdad: es destruir la libertad. Si
los hombres engañamos es porque no somos libres.
En el ciclo de la vida – ¡bendito
sea!– el hombre busca darse un lugar en el mundo que le rodea. Desarrolla un
modo de ser en el que, por equis o ye, ve en el otro un competidor que le
permita avanzar. Queremos ser mejores en el fútbol e irle al mejor equipo, de
la Liga MX o de la Premier League,
eso no importa; queremos que la música que escuchamos sea la mejor, porque
obviamente lo es: no es lo mismo José Alfredo Jiménez que Tito Guizar; también
deseamos ser los más destacados en la escuela; y así con todo. Para poder ser
los mejores, engañamos a los otros con nuestros fabulosos argumentos, y nos
engañamos a nosotros mismos con nuestras maravillosas intuiciones.
Somos los condenados al engaño, por
lo cual, aparentemente, no podemos hacer nada, ya que la condena es ineludible;
eso pensarían los treinta tiranos, los héroes homéricos y los jurisconsultos
romanos. Somos los engañadores, y ante ello podemos tener la buena voluntad
(que es otro de los sentidos humanos) de no engañarnos pues reconocemos que no
podemos ser libres de decidir: ya todo está decidido. Podemos vivir en nuestro
engaño e ignorantemente engañar a otros. Pero engañar a otros voluntariamente
es no desear la libertad, es ir en contra de Dios. Podemos ser fuertes y buscar
la verdad detrás de nuestro engaño, hacerlo es una cuestión de amor, fidelidad
y esperanza, hacerlo es ir en contra de la naturaleza.
El engaño no es natural, es un deseo
natural que nos da la impresión, como a los cavernarios, de estar ante el mundo
y de haberlo hecho nuestro. Engañamos a nuestros amigos, que no son nuestros
amigos y sólo son nuestro medio de perpetuarnos. Engañamos a nuestros padres
siguiendo su educación. Creemos engañar a Dios buscando la verdad lejos de Él.
Y después de mucho engañar caemos en el octavo círculo.
Sólo amar al prójimo nos aleja de engañarlo, pues no podemos
despreciar la libertad de aquel que amamos.
Talio
Maltratando
a la musa
Niña asura
Niña
con curvas sinceras,
dime
dónde, dime cuándo,
irás
por las trajineras,
a
otros hombres, llevando
amores
fieles. Esperas
que
cada uno, esperando,
te
dé, enteros, sus racimos
de
dedos, de ojos, de besos
bailando,
haciéndose mimos
entre
calores muy gruesos;
maquillaje
para albinos:
rojo,
de deseos ilesos.
Niña
de miradas tiernas,
dime
cómo, dime a qué hora,
desencadenas
tus piernas.
Quisiera
que fuese en la aurora
con
mis energías eternas,
quisiera
que fuese ahora
porque,
siéndote sincero,
no me
importa que otros hombres
gocen
de tu cuerpo fiero
llenándome
de hecatombes,
pues
bien sabes que te quiero
como
rico y como pobre.
Niña
de corazón iluso,
dime
por y para qué,
en tu
corazón languso ,
alimentando
la fe,
se
juega un disparo ruso
que
no sabe para quién
es el
favor de tu velo.
Quiero
ser el elegido
que
reciba los destellos
de la
bala que ha salido
en el
disparo; son los fuegos
que
llenan el corazón de ruido.
Niña
de pasiones sordas,
dime
quién, dime cuál
de
los hombres, de las bocas,
te ha
besado sin cesar
haciendo
las horas pocas,
llenándote
de la mar.
Ninguna,
estoy muy seguro,
ha
podido despertarte
el
lascivo deseo oscuro,
que
se esconde en cada parte.
No te
escapes de Epicuro.
Ven y
déjame amarte.
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