Veneno
La batalla a veces duraba días enteros, en ocasiones una
sola noche. El cazador salía en busca de una presa, la perseguía, la hostigaba,
la cortejaba entre la selva de su alma, sin conseguir nada más que un
presentimiento de aire entre los dedos. El siervo se ha escapado. Pasan días,
semanas, a veces años, y vemos que el cazador se ha puesto a buscar otra presa,
de hecho consigue varias, pero no nos engañemos, su olfato de sabueso no lo ha
dejado dormir; él sigue buscando rabiosamente a aquella bestia hermosa que se
le escapó de las manos. Sin decir nada, ni a él mismo, sus sentidos seguían
buscándola; un día la encuentra y sin que ésta se puede resistir, la atrapa. Y
recuerda cómo antes se escabullía como serpiente entre las ramas, después de
inyectarle su veneno.
El viril cazador se sentía engañado, preñado de esta
bestezuela, por eso nunca dejó de rastrearla, para matarla con sus propias
manos. Le ofrecía regalos, le pedía por favor que viniera, le mostraba su
veneración en templos. Pero cuando por fin la tiene entre sus brazos, la
estruja, le pega, la asesina hasta que ella grite y le diga lo que tanto anhela
saber el hombre: la verdad. Al fin se siente aliviado el nómada. Come su carne,
la comparte entre otros, exhibe su piel, pero pronto ve que su carne no sacia.
Vuelve a buscar avecillas; a domesticar a algunos animales en jaulas para
cuando necesite comer, sólo extienda las manos. A algunos los domestica para
que le sirvan en sus expediciones, en su casa, en su vida, con las mujeres.
El veneno de la primera aún recorre su torrente
sanguíneo, pero lucha por no sentir ese ardor, ese escalofrío que le inyectó la
primera pregunta. Sale a cazar respuestas más inmediatas, se cubre con pieles
más finas. Se olvida de su instinto de matar, de comer, de vivir. Se ha vuelto
civilizado este nómada. Pero un día, en un sueño, al ver que sus ideas matan
hombres, va y se pregunta “¿esto somos?”, entonces ve con horror que en su
alcoba hay una víbora bajo la cama y el veneno vuelve a fluir. Quiere sentir la
vida, así que se desnuda, se hace hombre, santo, bestia, guerrero, amante,
poeta, asesino, grita rabioso, con una voz casi animal: ¡¿Por qué me has
abandonado?!
El cielo retumba, el hombre llora, la verdad aún se nos
escapa… ¡Maldita pregunta: maldito animal; maldito veneno: maldito amor de
verdad!
Javel
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