Desde un árbol nos cayó la maldición
de no saber nombrar lo que nombramos
cuando Dios nos ordenó que existamos
dominando como acorde a una canción.
El logos nos privó de la palabra
y nos vimos obligados a nombrar
desde la manzana mordida de Adán
que nos guió tras los pasos de la cabra.
La palabra nos hizo y nos maldijo;
la palabra es castigo de la tierra
movediza que al moverse yerra.
La letra se volvió el acto del hijo,
se hizo amor del amante y el amado,
se volvió maldición del hombre odiado.
Talio
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