Playas de sal me han llamado
fuerte para cambiarlas.
Gritos de vaho han caminado
por esas playas saladas.
La tensión hace montañas
de placer; y las rodillas
de tectónicas extrañas
abren paso a las orillas.
Tiembla tu musculatura
al contacto con mi lengua,
talla el dedo la escultura
del bien que desasosiega.
Dos listones se me enredan
en el cuello y me dan besos,
entre mis cabellos juega
la décima de tus dedos.
El fuelle mío se apresura
empujando el fuelle tuyo,
y el vapor de calentura
choca en un mismo capullo.
Carne roja, mariposa,
vuela en pares por la tierra;
en una batalla roja
pelean por toda la sierra.
Amor de sal y de sangre,
mueres y creces y naces
en el deseo y en el hambre:
placeres siempre fugaces.
Te dedicaré mis manos
y la espalda del trasero,
te diré en cada marea
y caricia que te quiero.
Un frenético alarido
se escapa hacia el universo,
va contigo y va conmigo
y termina en este verso.
Yo terminaré en tu vida
y en tu cuerpo y en tu lecho.
Todo lo que te imaginas
para siempre habré de hacerlo.
Glauco
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