La voz de un catalán que habla con versos
adorna las memorias del pasado,
le canta al barrio y al enamorado,
seduce a la belleza y le da besos.
La libertad, su herencia y su camino,
le hace gritar con ritmo y armonía
un himno, un madrigal o una elegía;
un grito grácil, delicado y fino.
Lo mismo canta para el subterráneo
que para la mujer piel de manzana,
le canta al nuevo día, a la gran mañana.
Su canto, brisa del mediterráneo,
habrá de conservar la misma edad.
La voz que canta es la voz de Serrat.
Glauco
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