Quien ha visto una mañana
aprende lo que es la espera
y en ella vive y se afana.
Se convierte en una fiera
devoradora de días
de trabajo y de placeres;
su comida es agonía,
y alegría muy pocas veces.
A veces ni eso consigue,
pues se atraganta de penas,
pero la esperanza sigue
como canto de sirenas.
Quien ha esperado, acrecenta
una esperanza malsana.
La muerte se nos presenta
en el deseo del mañana.
Glauco
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