Un corazón palpita aunque no quiera
marcar el ritmo de las emociones
y marca entre las venas las pasiones
nacidas en el alma colmenera.
La voluntad del alma se acelera
haciendo tormentas y nubarrones,
que parten uno en muchos corazones
con un deseo de ver llover afuera.
En ese corazón se calla y grita
toda una multitud de gozo y pena
y la tormenta es mala pero buena.
Aunque no quiere, el corazón palpita,
y aunque a menudo parece decidido,
la realidad es que está confundido.
Glauco
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