Al frente de una carreta,
ignorando su tormento,
va caminando un jumento
cómo camina un poeta:
sin conocer de la meta.
Sin propósito y con yugo
oye el beso del verdugo
que le seduce a seguir
como al poeta escribir
sobre naranjas sin jugo.
Deja en el lodo su huella
y en ella se lleva el lodo,
paso y camino son todo,
son pujido y son centella,
son esponja y son estrella.
Los caminos del poeta
miran la vida completa
como la percibe un burro,
que camina muy seguro
delante de su carreta.
Glauco
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