De sangre entre las piernas y los dedos
se tiñen las visiones de lo nuestro,
se baña lo selvático del estro
y rugen fragorosos los recuerdos.
Te mueres cada vez que yo me muero,
y así todos se mueren al morirnos.
¡Cuidado, que la sangre puede herirnos
hasta hacer de la herida lo primero!
Cuando todo termine: ¡no te quiero!,
porque cuando empezó no te quería.
Cuando decía "te amo" te mentía.
Sabremos que el amor es pasajero.
Que pasa entre la rabia y la alegría
vertidas en la sangre que fluía.
Glauco
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