Hay con la margarita
un acuerdo de muerte.
Ella no se marchita.
En deseo se convierte,
en deseo del que grita
su sentir a la suerte.
También con la violencia
hay un pacto mortal.
Ella trae la consciencia
mientras trae el final.
Nos recuerda esa esencia,
nuestro aroma animal.
Hay un pacto suicida
con el beso de amor:
embellece la vida
y disfraza el dolor.
Cuando un beso se olvida,
se recuerda el temor.
Un acuerdo asesino
se tiene con vivir.
Al vivir el camino
nos obliga a seguir,
y al llegar al destino
tenemos que morir.
El placer hizo un pacto
con nuestra inmediatez.
Lo aprisionó en el tacto,
impidiole el después.
Lo encadenó en un acto
dónde nadie lo ve.
Lo eterno hizo un acuerdo
total de eternidad.
Hace falta estar muerto
para ser de verdad;
renunciar al recuerdo
y a nuestra voluntad.
Glauco
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