Tantos enfermos sin cura
caminan por la avenida,
los consume la bebida,
los consume la amargura.
La enfermedad es muy dura,
acaba con la mirada,
por la oscuridad, violada.
Los ojos no son lo mismo
una vez en el abismo.
La vida no vale nada.
El fuego de la garganta
estalla con cada trago
que hace del enfermo un vago
a quien la muerte no espanta.
Con la muerte se atraganta
la boca del moribundo.
Entre su discurso inmundo
hay pena que va arrasando
hasta dejarlo sin bando,
en un trajinar profundo.
La enfermedad asesina
todo atisbo de esperanza.
Los enfermos en venganza
destruyen a quien camina
por la acera y por la esquina.
Por pena o por mala suerte
es el veneno más fuerte.
Los borrachos son veneno,
son, para el mundo, algo ajeno;
son escuadrón de la muerte.
Glauco
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