Una flor quiere ser flor.
Unos la vuelven regalo,
otros le roban su olor.
Explotar la flor es malo.
Un beso quiere ser beso.
Unos lo vuelven moneda,
otros lo vuelven exceso.
Y del beso nada queda.
Un infante es un infante.
Unos lo vuelven futuro,
otros una presa errante
El infante está inseguro.
Una mano es una mano.
Unos la vuelven bandeja,
otros honor del ufano.
La mano nada nos deja.
Una mujer es mujer.
Unos la vuelven un brodio,
otros pecado y placer.
La mujer padece el odio.
Yo no sé quién convirtió
en un monstruo a la mujer,
mas sé que la desgarró,
le arrebató su querer,
del amor la separó
y así destruyó su ser.
Y todo monstruo es lo mismo:
es un ente sin razón,
un pedazo del abismo,
metralla del corazón,
realidad hecha cinismo,
imagen del desamor.
El desprecio no es salida
para despintar el rostro
que nos revela la herida
impuesta por el arrostro.
Muchos destruyen la vida;
la convertimos en monstruo.
Glauco
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