He encontrado en tu mirada
el fulgor de una vela
con su fuego bajito,
bajito, bajito,
alumbrando la celda
del eremita entregado
al diálogo con Dios.
Es tu mirada el grito del marino
encontrando la tierra
y en ella su destino,
su casa, su familia,
su pedazo de siembra
y un anhelo
del cielo azul y abierto
después de una tormenta.
Es la madre que amamanta
las entrañas de sus hijos
y sus sueños
y su bien,
y que nunca descansa.
Es el paso presuroso
del héroe anónimo
que morirá en batalla como todos
los héroes, los que dan su vida,
y dejan senda para
nuevos héroes
que entre pasado y presente
suspiran
mientras van hacia el futuro.
Tu mirada es un rosario al que me aferro.
Con ella le hablo al diablo en los infiernos
y, aunque él quiera, no me quemo,
no temo, no clamo, no me voy.
En un trozo del vasto firmamento,
de aquel vistazo eterno,
allí me quedo.
En tu mirada tengo amor,
y si no: lo encuentro.
Glauco
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