Ya
no hay nada de cierto en la promesa.
Estadística
y probabilidades
convirtieron
en pruebas las verdades
ocultas
en la boca del que besa.
En la boca no hallamos el futuro,
padecemos
el mal de lo inmediato,
convertimos
en un contrato ingrato
el
anhelo de un corazón oscuro
no por malo, más bien por lo
profundo
de
su pulso, su amén y su mañana
(vaivén
bello: din dong de esa campana).
Futuro, corazón, verdad y mundo
necesitan
dejar su marca impresa
porque
ya no vivimos la promesa.
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