Hace tanto descubrí,
cuando era un niño inquieto,
la magia del alfabeto
que entre el acá y el aquí
me llevaba allá y allí.
Entre lo bueno y el bien
me daba el cinco y el cien;
el dedo antes del deseo;
etruscos en el Egeo;
un fallo pero con fe.
Galanura y garantías
en la mudez hacen huelga;
se imagina la jabelga
que a algún lado llegaría;
me mima la mamá mía
pero me dice que note;
obstruye el paso el Quijote
a la razón; sentimientos
talan y unen al violento
pueblo llamado zelote.
La tarea no está incompleta
—si acaso se lo preguntan.
Hay palabras que juntan
de una forma muy escueta
entre lenguas del planeta.
Dobleú, equis, igriega
son letras que sólo juegan
con la lengua de los cultos,
a quienes damos insultos
solamente el wey nos llega.
Hace tanto descubrí
que en las mágicas palabras
la mudez se descalabra
y no interesa el decir,
solamente estar ahí.
Un ser humano completo
reconoce estar repleto
de una mística potencia
que le revela la esencia
del ser en el alfabeto.
Glauco
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