Hay un caballero hambriento
que se come bosque y selva
y aunque la semilla vuelva
a brotar, habrá un momento
que todo caiga al violento
desgarro de su apetito.
Se come el llanto y el grito
ese voraz caballero.
Él siempre pasa primero
comiéndose lo inaudito.
Hecha de historia y de mito,
una dama se levanta,
e igual que la musa canta
lo que la razón ha escrito,
se bate contra el maldito
apetito que devora
las casas, el mar, la flora,
salvándolos del infierno
de padecer el eterno
perecer de cada hora.
Eventualmente la dama
pierde contra el caballero
que, cual cósmico usurero,
le presta lo que reclama
y luego funde la llama.
La batalla es un acuerdo
que todos pierden y pierdo,
sucumbe a la maldición
del inerte corazón
vivo y muerto en el recuerdo.
Glauco
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