Ayer que soñé contigo
no recuerdo haber sentido
el soplo grueso del frío
ni el cantar de los felinos.
Soñé que un aroma fino
me embriagaba más que el vino,
soñé que al igual que un niño
del ave cantaba el trino.
Poniendo el trino en tu oído
hablaste con desatino,
como si algo en el camino
hiciera tu andar taurino.
En un suspiro de alivio
tu paso se hizo suspiro:
dos suspiros, un cariño;
la paz de un hombre dormido.
Ayer que soñé contigo
recuerdo sentirme vivo
en el sueño que imagino
y en el verso que te escribo.
Glauco
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