Quiero esa magia que precede al beso,
donde el momento enajenado expresa
el misterio, el milagro y la sorpresa,
donde el cariño se condensa ileso.
Quiero vivir, por siempre, en el cerezo,
allí donde tu beso me atraviesa,
allí donde tu aliento se confiesa
con Dios y mientras tanto yo le rezo.
Tu beso llama al mío y la gravedad
detiene y dobla todo cuanto existe,
desde la hormiga hasta la estrella triste
que tintinea envidiosa en tu bondad.
Mi beso llama al tuyo y la clepsidra
detiene la saliva, el mar, la sidra.
Glauco
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