Cuando dijo Dios “nombra y domina”
el sol dejó, sin más, de ser regente
y el cielo se volvió imagen marina
de todo lo incesante y prepotente.
La lengua extrajo aullidos de la mina,
aullidos de insolencia incandescente.
El nombre se domina con la voz.
Entonces, ¿quién le puso Dios a dios?
Glauco
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