entre la brisa cuando tengo sed;
a la virgen de bulto en La Merced
a la que en un lejano tiempo le oro.
Aún corro por las calles sin socorro,
sin voz, sin alimento, sin placer;
aún viajo por las sendas de querer
y, urgido por amor, yo siempre corro.
Ansioso de vivir, de paz y agua,
no ceso de soñar con el desierto,
donde se baña el corazón abierto
de una generación, donde la fragua
del tiempo devanea los corazones
y siembra en la razón las oraciones.
Glauco
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