Presentación

Presentación

lunes, 16 de noviembre de 2015

Complicidad

Complicidad
Parece sencillo aseverar que la amistad perdura de manera óptima, quizá con los altibajos que el tiempo siempre suele traer, ajena a la política. Es decir, que la amistad brota incluso del suelo más infértil, para no dejarnos desfallecer sin aire en los sinsentidos retóricos del mando político o ante la destrucción de nuestra vida comunitaria. Lamentablemente, se vuelve complicado mantenerse en la misma posición si sospechamos aunque sea un poco que la decadencia política tiene un correlato necesario en el deterioro de nuestra amistad. No por cuestiones sociológicas, sino por las mismas circunstancias políticas (entendiendo política en el mejor de sus sentidos).
Mientras pensamos que en los amigos siempre podremos refugiarnos para pasar los tiempos de calidad, para vivir en la complicidad de nuestros momentos más dulces, o para encontrar un hombro en donde verter nuestras saladas lágrimas, nos desconciertan la violencia, la disolución del estado y la impotencia que la distancia con nuestros conciudadanos ejerce sobre nuestros ánimos. Se nos dificulta, no obstante, soportar y encontrar al amigo como el acompañante en el bien, como camarada en la justicia. Cuando la ciudad ha caído y la comunidad no encuentra luz en lo justo, los amigos por lo general son sólo paseantes en el parque de la soledad nihilista.
La máscara de la tolerancia no nos hace tender a las mejores amistades, sino vivir en la complicidad acomodaticia de la política real, en el gobierno de la sospecha. El último hombre parpadea incluso ante los sueños de su propia moral moderna. Ya que la política se ha escindido, en una dicotomía que parece insoslayable, del conocimiento de la vida justa por su nueva base económica, la amistad se ve de manera necesaria como independiente de su conexión vital con el régimen en el que se vive. El efecto que esto tiene es más devastador de lo que parece: todos nos consolamos ante la destrucción y ante la sensación del mal, imposibilitando la oportunidad para pensar los fines de nuestra naturaleza.

Los actos de violencia nos sajan suavemente la carne de manera tan notoria porque gritan algo que nos esforzamos, inútilmente, en esconder. Gritan la incapacidad de la “teoría” moral moderna para afrontarlos, y con ello nuestra incapacidad para reconocernos a tiempo en ellos. No se trata, para esto, de pensar un simple cambio de teoría, sino de asumir el problema incluso en el fantasma de nuestras relaciones personales. La ciudad y la amistad decaen y se corrompen juntas porque ambas se nutren al mismo tiempo de los mismos hombres. Amigos que ya no aspiran a acceder a su mal, son sólo compañeros en la desdicha silenciosa; los compañeros que ya no pueden mantenerse en el ejercicio posible de la virtud, debido a la desaparición del régimen que la posibilite, se transforman, en el drama moderno, en los payasos del buen gusto.


Tacitus

No hay comentarios:

Publicar un comentario