“Caminante,
son tus huellas
el
camino y nada más;
caminante,
no hay camino,
se
hace camino al andar.”
Antonio
Machado
En
estos tiempos en que a todos nos preocupan las elecciones –y digo a todos, pues
sepamos o no sepamos, ahí andamos metiendo nuestras narices– sería bueno pensar
un poco en este respecto. No se vayan a creer que hablo de las elecciones
presidenciales de nuestro país vecino, cuyo polvo ya tapó casi todos los
muebles de nuestra casa. Hablo de las elecciones en general. ¿En qué consiste
el acto de elegir? ¿Siempre elegir está ligando a alguna apreciación moral,
estética, política, etc.? ¿La elección se da en tonos de blanco y negro o es
más bien en tonos de gris? Son muchas preguntas para tan poco espacio, sin
embargo creo que pueden responderse puntualmente –si no lo logro espero que
alguien más sí. Me da por pensar en este asunto, ahora sí, debido a la situación
política que a todos nos consterna tanto, pues si no somos capaces de conocer
nuestras propias elecciones, ni de pensar en las que realizamos ¿cómo podríamos
vivir en el mundo?
Elegir es un acto muy bien razonado,
o al menos así nos lo han hecho creer durante tantos años el Nuevo orden
económico mundial y sus achichincles.
Basta con que se vislumbre de a poco el panorama electoral de nuestro país, no
el del vecino, para que nos empiecen a bombardear por todos lados con la idea,
clarísima, de que debemos pensar muy bien a quién elegiremos para que sea
nuestro representante. Y sí, elegir es sin duda un acto del razonamiento, ya
sea elegir entre comer huevo con jamón o huevo con tocino, siempre vemos
comprometido nuestro juicio. El juicio es parte de la elección, pues debemos
conocer y valorar aquello que juzgamos para poder tomar una opción o la otra.
Así elegir es consecuencia del juicio. El juicio es siempre reflejo del hábito
de la justicia. Así, podemos elegir mejor entre más hábito tengamos, y al
hábito sólo se llega a través del acto, visto desde un sentido más estricto:
aquello que es producto de la correspondencia entre lo que se piensa, se dice y
se hace. Entonces, la elección es consecuencia del hábito de pensar. Elegir es
pensar, y entre más se piense más fácil nos resultará llevarlo a cabo. Quizá
por lo anterior es que nos resulta más fácil decidir entre tomar una cerveza
clara o una oscura, que decidir quién será nuestro presidente.
Elegir, como acto del razonamiento,
como juicio, siempre está en pos de algo, de lo contrario no hay tal. Uno no
elige respirar ni hacer circular su sangre. Del otro lado están las cosas que
sí elegimos y siempre elegimos en pos de un bienestar, de un deleite, o de una
mejoría. Elegimos ayudar al prójimo porque nos llevará al cielo; elegimos tacos
de pato en lugar de tacos de longaniza porque los primeros son más sabrosos;
elegimos estudiar para salir adelante en este competitivo mundo; sin embargo,
para realizarlo debemos partir de un conocimiento, y entre más conocimiento
hay, mejores elecciones podemos hacer. Dicho así, parece que basta con ponerse
a pensar un poco y poder distinguir entre el bien y el mal, lo feo y lo bello,
los falso y lo verdadero, para poder elegir. ¿Dónde quedan, entonces, las
elecciones entre dos fuerzas similares? Me refiero a ¿qué hacemos cuando
tenemos que elegir entre dos actos que por sí mismos se nos aparecen como
malos, entre dos opciones que se nos muestran como inconvenientes, entre
razonamientos igualmente nimios?
Elegir se torna, puesto en la mesa
lo anterior, más que un acto de intelección, un acto de conveniencia, ya que
pensamos en pos del momento. No podemos elegir en tonos de bueno y malo, pues
lo que hoy parece muy bueno, mañana quizá no lo sea, y no porque seamos tontos
y no sepamos, sino por la mutabilidad de la vida; hoy elegimos a un presidente
que nos parece la mejor opción para el futuro, en cambio, lo elegimos hoy . Elegir para el futuro es creer que éste se
conoce. Elegimos para tener una vida mejor, pues nadie elige para sí el mal.
Así, elegir, aunque no es de los actos más preocupantes que tenemos en nuestra
vida, ni de los más conscientes, es vital para ver reflejada nuestra reflexión
y crecimiento personal. Elegir es reflejo de la virtud y el vicio y nos ayuda a
conocernos a nosotros mismos. Entre más nos conozcamos mejor podemos elegir y
más podemos ir hacia adelante con mejor disposición; podríamos disfrutar mejor
de esos tragos con los amigos, de un libro, de la actividad política de nuestro
país, etc. Por eso todos los días son el
día de la elección: el día que hacemos más por nosotros. Sólo nos queda
elegir un buen camino.
Talio
Maltratando a la musa
Elegía de
mi vida
Me habría gustado ver crecer la flor
primera del nuevo y naciente mundo;
origen innegable en el amor.
No podría desear más asir la vida
como un regalo lleno de alegría,
mas veo llorar a la gente herida.
La guerra perdió todo ante los hombres.
Cuando perdió el honor, ganó el negocio
sucio, dejando a todos los seres pobres.
Sufre la vida al sólo ser vivida.
Sufren los niños entre tantos juegos,
en su experiencia hecha resbaladilla.
La muerte es como el aire en nuestro pecho
inflado para dar poder al paso;
pie débil que se va haciendo deshecho.
Es un desgaste al de corazón noble
buscar amar al otro, cuando el otro
no deja de pecar en pos del cobre.
Me habría gustado ver mi nacimiento,
quizá para saber por qué estoy triste.
¡Ay, qué difícil es vivir contento!
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