Tentativa
Tenía el afán de hablar sobre un escrito de don Miguel
de Unamuno. En aquel escrito él se dedica a dar la razón por la que los jóvenes
desisten de la actividad intelectual y artística. El principal problema, dice
don Miguel, es el miedo al fracaso, que siempre va disfrazado de decidía. Me
parecía que este excelente regaño por parte del filósofo, es lo bastante claro
para poner de relieve el ánimo de aquellos que dejan la pluma. Pues al final
del consejo, ensayo, anécdota, reflexión, del escritor español, da una cura
para ello: salir a otros lados, ver otras vidas. La decidía y el miedo al
fracaso son males, porque nos dejan inmóviles. La escritura y el pensamiento
son vida, es decir, movimiento vital. Pero
atosigar con consejos al amigo o con regaños, es quizá lo peor. Además de que
el filósofo habla de aquellas almas provincianas, es decir, cobardonas.
Pero desistí.
Después, intenté hacer un poema. Mi tema sería el
desasosiego que sufrimos algunos al ver que nuestro trabajo no nace con la
misma altura que dan los escritores consagrados a sus obras; esos que vieron el
abismo y triunfaron sobre él. Mi poema diría algo así como “Sufro por no sufrir
las tempestades/que el dios desata en los corazones inmortales.” Pero acaso
sería falso ese sufrimiento, y sólo por pose me figuro anhelante de abismos. “La preocupación por la verdad no siempre
tiene que ser tan pesada”, me dije. La sencillez es igual de loable cuando ésta
apunta a la bondad. Los ancianos de México, por lo regular, son gente sencilla,
pero de un espíritu más que fuerte. ¡Qué admirables son!, me digo. Tenía la
intención de hacer ver con esto, que no se puede abandonar un camino, una vez
descubierta nuestra huella en él. Es decir, que no podemos engañarnos. O somos
pensadores o científicos o artistas o gente del pueblo. Sea cual sea nuestro
temple, no podemos postergarlo.
Al último tuve la intención de hablar sobre un escrito
del joven meditador José Ortega y Gasset, en el que habla de un escritor
francés que desde el principio hizo obras perfectas. La crítica era que a él,
como lector , le hubiera gustado más ver a ese escritor francés ir fracasando
en sus obras, a fin de ir encontrándose en ellas, pero al escribir
perfectamente desde el inicio, se condenó a no fallar nunca, y todos sabemos
que después de lo perfecto no hay nada más. La observación del gran meditador,
me hizo pensar que no por estar metidos en la actividad más verdaderamente
humana, debemos hacerlo con perfección siempre. Lo mejor es ir encontrándonos,
buscándonos, investigándonos, conociéndonos. No se nos puede pedir perfección
entre amigos, pero sí intentar en todo ser verdaderos.
No nos quedemos con la intención,
si ya sabemos nuestro camino, no nos mintamos, que eso
arruina la vida.
Javel
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