Llega a casa el caballero
saludando a su mujer,
da las gracias al chofer,
su chaqueta en el perchero
cuelga igual que su sombrero.
Saluda a la camarera
que sueña con que él la quiera,
pero él sólo ve a su esposa;
lleva en su mano una rosa
recogida en primavera.
La rosa es novia del beso
y juntos van de la mano
a posarse sobre el llano
de la mejilla y más que eso:
en la bóveda del rezo.
La camarera, que mira,
llora y oculta su ira,
maldice sus condiciones
y esconde sus emociones.
Y finalmente suspira.
El suspiro que se escapa
se difumina en el ruido,
perdiéndose en el olvido
de tanto que se agazapa
al no sentirse alguien guapa.
El caballero la ignora
mientras mira a su señora,
la más hermosa criatura.
¡Vaya que la vida es dura,
más cuando de amor se llora!
El caballero se aleja
nuevamente de su casa.
Antes a su lado pasa
caminando hacia la reja,
y sin mirarla la deja.
Ella sólo vive un cuento,
un fallido sentimiento.
Su vida es no tener nada
más allá de ser la criada.
Es una pluma en el viento.
Glauco
No hay comentarios:
Publicar un comentario