Dichosos los que, encerrados,
pueden ver el mundo entero,
el real y el imaginado,
el falso y el verdadero.
Dichosos por la ignorancia
que de manera banal
les hace desear vagancia
como si fuera un gran mal
estar sentados en casa
extrañando lo festivo.
Mientras el tiempo pasa
y los hombres siguen vivos.
Siguen vivos y pensando,
si así podremos decir,
que los que están enfermando
tienen por suerte vivir.
Dichosos los condenados
a sufrir toda la vida,
así viven encerrados
en el destino homicida.
Pasan las enfermedades
como pasan las batallas,
pasan épocas y edades
como pasan las desgracias
en su vida desde siempre
desde que salen del cielo
hasta que llegan al vientre
y ponen su pie en el suelo.
Siguen vivos y trabajan
porque no les queda más.
Su vida es una navaja
que no conoce la paz.
Esperamos la salud
como se espera lo bueno,
es una espera sin luz,
sin sol, luna, ni terreno.
Sería mejor estar muertos
si no podemos vivir,
en este mundo, despiertos;
igual vamos a morir.
Dichosos los ignorantes
que no creen en lo que leen,
que no extrañan lo de antes
y que no pierden la fe.
Dichosos los que dan todo
sin miedo a no tener nada.
Todos los hombres dichosos
no lloran por el mañana.
Glauco
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