Secábamos las lágrimas con besos.
Secábamos los besos con miradas.
Nos dábamos miradas indignadas
para no delatar más labios gruesos.
Juntábamos la carne con engaños.
Juntábamos engaños con regalos.
Nos dábamos regalos siendo malos
para no delatar todos los daños.
Teníamos a la espalda tanta pena
que nuestro beso torpe y destrozado
acabó en una zanja amortajado.
Así acabó la vida en vida ajena:
secándonos en una grieta inerte
que nos matrimoniaba con la muerte.
Glauco
No hay comentarios:
Publicar un comentario