Los brazos de los buenos abrazan a los malos.
Retumban en las palmas de hombres malos y buenos
errores desgraciados y vidas de regalo,
antídoto y veneno.
Las manos que asesinan se ocultan tras caricias.
Las manos que acarician no temen la matanza.
A veces se confunde venganza con justicia,
maldad con esperanza.
Son hombres y mujeres dos que quieren ser uno.
Para ser sólo uno se debe de admitir
que no hay bueno ni malo, que es mejor ser ninguno,
que es mejor ser feliz.
Los niños explotados estallan en la cara
de los hombres malvados que buscan no estallar.
En verdad la maldad es arma que dispara,
tira siempre a matar.
Pero todo el que mata necesita la vida.
La bondad es el arma que dispara la cura
para el mal y la muerte; y la maldad sentida
ya nunca más perdura.
Por eso los abrazos son el bien necesario.
Para el malo el rechazo le permite ser malo.
Para el malo el abrazo le da un motivo diario
para ser un regalo.
Glauco
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