Pies largos de torpe paso,
la sonrisa obligatoria,
una cara sin memoria,
ropa que invita al abrazo,
son máscara del payaso
que disfraza su vivir.
Los sonidos del gemir
son semejantes en ruido
a los muchos alaridos
del buen acto de reír.
Ensaya su caminar
para andar y no caerse
y sonríe para esconderse
de su latente llorar
que no quiere recordar
porque si lo hace no vive.
El abrazo que recibe
es pasajera moneda,
ninguna risa le queda
y abrazar se le prohíbe.
Cuando no usa el antifaz
es un tipo diferente
que se pierde entre la gente,
entre la guerra y la paz
y que ya no puede más
porque nada tiene caso.
Se vuelve corto su paso
se vuelve cierto su rostro.
Para no sentirse un monstruo
se disfraza de payaso.
"Nadie da lo que no tiene"
es un pensamiento falso.
Sólo hay que esperar que suene
la gran risa del payaso.
Glauco
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