En la punta de un cerillo
nace el fuego de una vela.
Al verla me maravillo.
El fuego nuevo me desvela.
Danza la llama primera
respirando humo hacia el cielo.
Es una pequeña hoguera
que hace bailar mis anhelos.
En un choque de elementos
nace una gota de agua.
La gotita contra el viento
azota con mi paraguas.
Cae de lo alto y se resbala,
cae y se rompe en pedazos.
Lluviecita que se iguala
con tormentas y chubascos.
En una fibra de hilo
nace una trama de tela.
Se enreda en su propio estilo,
junto con el cuerpo vuela.
Se posa sobre la espalda,
sobre los hombros y el pecho.
Con respeto hace una falda
y con amor cubre el lecho.
En un choque de ola y roca
nace una pizca de arena
y aunque una sola es muy poca
la playa se torna buena.
En el suelo granulado
caminará la marea,
andando de lado a lado
para que el mundo la vea.
En un reloj nace el signo
del tiempo que nunca nace,
es el objeto más digno
de indicar lo que se hace.
Nace la puntualidad
y nacen también los retardos.
Nace el tiempo de estallar
a medianoche petardos.
En los momentos pasados
nace el próximo futuro.
El presente embarazado
es un partero seguro.
Todo nuevo, nuevo inicio.
Todo es un perpetuo ahora.
El pasado es el principio
sin premura y sin demora.
En un leve palpitar
nace el flujo de la vida.
El corazón es solar
de nueva vida nacida.
En el solar se levantan
la flor, el ave y el niño.
Fluye desde la garganta
la corriente del cariño.
En un decente comienzo
nace el espacio y el tiempo.
Ese principio es el lienzo
del perecedero cuerpo
y de la invisible forma.
No hay nada que le haga daño
pues en él vive la norma
que comienza año con año.
Glauco
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