en las calles de mi barrio.
Las llantas contra el asfalto
y las aves contra el sueño;
canciones cuentan el tiempo
de la gente caminando.
Mientras tanto sólo canto
en el cefálico eco.
Ando buscando un momento
pa’ gritar intensamente
entre el sonido que crece
como ahuehuete en el cuerpo.
Todo es siempre muy intenso,
igual que un dios indigente.
Hay algo que se padece:
es el hambre de silencio.
Glauco
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