en los dedos del marchito.
He visto el dolor crecer
detrás de un callado grito.
Y detrás del infinito
he visto a la muerte ser
un relicario bendito
de los hombres del ayer.
Todo parece querer
unirse en el mismo rito,
el de pararse y caer,
ese perenne circuito.
La muerte tiene apetito
y viene para comer.
Por eso yo les repito:
no hay nada que florecer.
Glauco
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