Recordando toda su vida, lo embargó un súbito acceso de lágrimas y
heladas carcajadas. Frente a él se cernía la locura o el suicidio
Pensar en la
muerte, es una tarea complicada, pero necesaria. Preguntarnos ¿qué es el morir?
Es una de esas dudas que nos son lejanas; pero cuando emprendemos el viaje, por
tratar de entender qué es el morir, este viaje se ve guiado por determinada
circunstancia. De pronto comenzamos a pensar en la muerte, debido a la cercana
muerte de alguien o ante la tristeza y desolación, que nos despierta el vivir. Ya
que la mayoría del tiempo, es como si se quisiera olvidar aquel fin. Al hablar
de la muerte sólo hay una certeza, la ausencia.
La respuesta
que formulemos ante nuestra incógnita
por el morir, hará que se modifique nuestro vivir. Puesto que el problema que
se encierra en la pregunta por la muerte, es el querer saber si existe algo
después de la muerte, y de ser así, si eso es agradable o desagradable, o si por
el contrario es ese olvido perene. Al
pensar sobre la muerte, realidad e
imaginación, se ven unidas de manera especial. Al reflexionar en el morir se da inicio de la búsqueda por
respuestas infinitas que nos revelen qué hay más allá.
Puede ser
que sólo aquellos que se hayan topado con su muerte próxima o que ronde por su
cabeza la idea del suicidio, pensarán de
forma más seria a la muerte, por la cercanía. En el primer caso la mayoría de
las veces la muerte es pensada como algo triste, que llena de temor, puesto que
la muerte ha alcanzado a aquella persona. Muy contrario al que piensa en la
idea del suicidio, puesto en este caso se corre a ella. Muchas veces me he
preguntado cuáles son los motivos que orillan a un hombre a aceptar la muerte
voluntaria, y la respuesta que encontraba, era que un hombre decide morir, ante
la desolación y sufrimiento que le despierta el diario vivir, por situaciones
que no puede controlar.
Pero al acercarme
a la lectura de Ryunosuke Akutagawa, este
pensador que vive con la idea de la muerte, dice que su deseo de morir se ve
impulsado por un vago sentimiento de angustia ante su propio futuro; en
palabras de él, y vergüenza ante sí mismo. Angustia al verse asechado por la
maldad. Su suicidio no tiene más base que un miedo a la locura, que se le
manifiesta en su diario vivir. La angustia que vive se ve plasmada en sus
páginas, y en cada uno de sus cuentos, así como aquella lucha interna, por tener
el valor de terminar con su vida. Él, puede
escribir que después de decidir su muerte la naturaleza le resulta aún más
hermosa y que para él la muerte no es un
pecado, sino una felicidad. En este caso particular, la muerte se nos presenta
de manera más real, pero al mismo tiempo, ligada a la imaginación del escritor.
Él al pensar en su muerte se hace uno más de sus personajes, y al suicidarse se sumerge en su imaginación
y su locura. No nos dice qué es lo que le angustia, ni cuáles los pecados que
lo atormentan, sólo nos habla de su relación con la maldad y la locura, que lo hacen
pensar a la muerte como una
tranquilidad. Cuando la vida se vuelve tormentosa, y el conocimiento de sí
mismo, descubre la propia maldad, la idea de la muerte se llena de
tranquilidad.
Pensar en la
muerte es difícil, ya que nos podemos volver presas de nuestra imaginación o la de otros.
La muerte se nos puede presentar como algo que nos libera de los males, que nos
de tranquilidad, una nueva oportunidad o como algo horrible, pues nos aleja de
las personas que amamos, que es el miedo que la mayoría experimenta, pero
siempre la idea de la muerte se ve envuelta en una neblina misteriosa.
“Dios castígame. Por favor, no te ofendas. Esto será mi ruina”
Ryunosuke Akutagawa
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