Trabajó por muchos años, casi toda su vida, en la mejor biblioteca del mundo. Siempre amable. Dispuesto a ser el mejor en el servicio que ofrecía, pasó toda su vida dando guías, leyendo cuanto podía, en fin, conociendo su oficio, para así ofrecer una mejor resolución a la duda de los que le visitaban por vez primera o que ya siendo asiduos lectores les surgiera alguna duda, -que llegaba a ocurrir.
La burocracia, la administración, era quizá lo más cansado que tenía que hacer. Cuando la biblioteca fue creciendo con la ayuda gubernamental, el tiempo de la lectura desapareció, todo fue un incesante trajeteo de números, reuniones, juntas con el gobierno. No que no fuera importante esta parte de la casa de los libros, de hecho es la más importante para un bibliotecario, y fue ahí donde se dio cuenta de su error, él era un lector, no un bibliotecario.
Dejó su trabajo y con una beca del gobierno se dedicó a estudiar.
A propósito del viento: "Dejad que el temporal desguace sus alas blancas."
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