Presentación

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miércoles, 2 de marzo de 2016

El trastorno de Linus

Ya se ha tocado el mundo de las historietas en otras ocasiones. Una que otra sección ha referido a ellas de manera mínima o implícita, ahora no será la excepción. Quizá no tenga habilidades fuera de lo humano, ni siquiera la valentía de otros héroes arrojados. Sin embargo sí comparte ese origen en común, incluso el mismo destino al tener presencia en las salas de cine. Su imagen ha sido muy difundida, aunque no acabe por superar al perrito simpático que baila o duerme sobre su casa roja. Muchos reconocemos al niño por tener poco cabellos sobre su cabeza y andar por lo regular con los ojos cerrados, en un estado de sosiego que podría ser la envidia de varios citadinos. Se ve que su serenidad se nutre de un peculiar acto: con una mano sostiene una frazada azul, con la otra succiona su dedo a modo de biberón. Podemos imaginar que la suavidad de la frazada lo reconforta de sus preocupaciones o temores o que su dedo es una reminiscencia a su crianza cuando era un bebé y su madre lo acogía en sus cálidos brazos. Jugar al psicoanálisis puede llevarnos a un lado.

Así como el niño mencionado, deben existir otras personas que necesiten de su frazada para vivir. En numerosas ocasiones vemos cómo este personaje se desquicia cuando no encuentra o le arrebatan su compañero azul. La relación quebrantada con su manta es de pertenencia, como si hubieran desprendido una parte de su cuerpo. En nuestra vida regular podemos parecernos a dicho personajes. Es muy de nosotros atesorar cosas que asumimos especiales, distintas al resto. A veces son juguetes que nos remiten a escenas infantiles o artículos de joyería que nos conquistan con su brillo. Sentimos que hallamos el cofre, pudimos rescatar el oro de las arenas del tiempo, y ahora es nuestro. Lo guardamos en lo profundo de nuestra morada. En ocasiones esta pertenencia nos brinda seguridad, frente a la adversidad seguimos teniendo algo nuestro que nos devuelve la alegría.

Este oro no siempre es material, puede haber otras instancias a la que nos aferramos para reconfortarnos en serenidad. Por ejemplo, en nuestras universidades habitan una variedad de personas que su vida depende del recinto. Entre académicos y estudiantes, al igual que Linus, se desquician cuando les retiran su frazada. Asimismo desprecian con facilidad mientras la mantengan, llegan a exaltar su corazón universitario y creen encontrarse al margen del mundo. ¿Sucederá algo semejante entre las personas? ¿Habrá pertenencia por alguien que nos mantenga contentos y calmados? En ese caso nuestras relaciones amistosas podrían ser como aquella frazada: suaves cuando estamos cerca de los amigos y sollozamos porfiadamente al sabernos necesitados de ellos. 

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