Ídolos
modernos
El hombre pagano no tenía al
mito como sustituto de la teoría. Era así simplemente porque los paganos que
tenían mitos no pensaban en la teoría. Su comparación con la teología es
complicada, porque los mitos no son estrictamente una religión como la que
requiere de teología; su asimilación con la razón moderna no tiene caso, porque
los mitos no son demostraciones metódicas, ni mucho menos hipótesis o juicios
universales. Nada impide que haya una segunda ola del paganismo aún con la
razón moderna reinante, porque la razón moderna no deja de tener ídolos. Los
ídolos sólo fueron destruidos verdaderamente por el cristianismo.
Sonará como una locura. El
cristiano es para todos el idólatra máximo. No tengo idea de qué pensaban los
paganos de los primeros cristianos, pero me imagino que la persecución
encarnizada a la que los sometieron tiene algo que ver con esta cuestión. ¿Cómo
creer que está libre de idolatría la doctrina que cree divino a un hombre que
inverosímilmente se sacrificó para revivir? El cristianismo debería ubicarse
como el culpable del oscurantismo procurado por una idea demasiado alta de lo
humano. Ese es el estoque maestro de lo moderno en su confrontación con la religión.
Pero el cristianismo jamás puso
en un pedestal al hombre. Tampoco lo ha considerado inmundo. Puede decirse que
hay algo en él de la idea del metaxi tis
(ser intermedio). El idealismo está mal evaluado porque se tiene de él la misma
idea que de la idolatría: amor a lo
excéntrico. Cristo no es un ideal en el sentido moderno. Y es que el hombre
moderno, sensato a fuerza de lecciones de tolerancia políticamente correcta, no
puede atreverse siquiera a pensar en los ideales como cuestionable. La religión
no es un ideal porque la encarnación no enseña que lo aparentemente imposible
sucede una vez. Si Cristo derruyó los ídolos con la fuerza que expulsó también
los demonios, fue porque sólo después de él lo “ideal” ya no podía seguir
siendo llamado ideal. Rescató históricamente a un mundo en decadencia con un
sello eterno. Un sello que ninguna observación sobre lo decadente de este mundo
moderno puede borrar.
No quisiera que se me
confundiera con un optimista cualquiera. La fe cristiana es todo menos
optimismo. Esa fuerza destructora de ídolos no requería de la ciencia porque no
se enfrentaba a la mitología como un igual. No sé qué mejor prueba pueda darse
que el vínculo que la fe estableció, tras años largos y sinuosos, con la razón
en la teología. Esa unión, tan señalada por Benedicto XVI, que prescindió del
mito sin rebajarlo. No puede ser optimista porque no espera lo mejor de todos
los hombres, trata de mostrar que eso ya ocurrió. Por eso el mal no es un
motivo de condenación, sino de perdón. No busca el juicio realista de la maldad
eterna, pues sabe que eso no tiene fundamento. El mal es una posibilidad ante
el Bien. La idolatría del realismo crea los monstruos del ecologismo y la
política real. Los nuevos paganos creen que lo excelente puede dirimirse al
preferir la ignorancia.
Tacitus
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