Lo que sopla en el viento
How many roads must a man walk
down
Before you call him a man?
No
soy quién para decir con derecho de especialidad si los reconocimientos son
merecidos. Sólo sé que algo grande, importante se percibe en la obra de los
hombres que ganan un reconocimiento. Hay reconocimientos a la obra intelectual,
pero también a la obra en la práctica. Ese reconocimiento proviene, por lo
general, de las personas que se coligen como beneficiadas en algo por la obra
que premian. Puede incluso que haya exceso de premios y reconocimientos, por
ejemplo, sin conocimiento de lo premiado. En el caso de la literatura sucede
que, como ejemplo predilecto de lo poco o mucho que entendamos de la palabra
cultura, sucede algo único. Que en ella siempre existe la polarización de los
defensores de lo culto y lo popular a un grado mucho más complejo que en el
caso, por ejemplo, de la música. En pocas palabras, la literatura siempre es el
arma de los incultos o de los esmerados en aparentar cultura en alegatos que
tienen más compromiso con la corrección ideológica y política que con la
importancia que una obra intelectual tiene para el alma del hombre.
No
tengo derecho de especialidad, pero sé muy bien que, a pesar de mi pobre
experiencia en el tema, la obra de Bob Dylan tiene un carácter literario que
habría que empecinarse en una necedad para poder negarlo. No creo que ese
carácter tenga que ver con lo popular, por más que el género que siempre se le
endilgó tenía el serio y orgulloso título de folk. Que no sea popular no quiere decir, tampoco, que sea parte de
una élite. No me puedo creer que a eso se reduzca el gusto por su música y sus
letras. No lo creo porque su popularidad se debe más a su obra que al aspecto
político. Mejor dicho, que ese aspecto político y social que para todos es tan
importante a la hora de hablar del nobel otorgado a ese hombre de voz peculiar
y mudable nada tendría de interesante si no entendemos y sentimos su obra
antes.
Creo
que sólo él ha sabido mostrar cómo una respuesta puede soplar en el viento.
¿Qué significado tiene eso? Al mismo tiempo, ¿cómo eso se compagina con la
trillada observación de que los tiempos están cambiando? ¿Qué es ir como una piedra
rodando, como un completo desconocido? Un tono solemne siempre se apodera,
quizás injustificadamente, de las sensaciones que una melancolía siempre
presente logra infundir. Más allá de la protesta, cantar sobre las preguntas
que tanto metafórica como literalmente agobian en medio del caos y de la
confusión, preguntas que tocan el nervio y que por eso se aprovechan para una
protesta ya desangelada porque no ha podido entender qué significa eso de
soplar en el viento. Un hombre que siente suyas esas preguntas pero que, como
la voz del canto, sigue pretendiendo que no ve en todas las veces que voltea su
cabeza. Que lo evidente sopla a todos pero que es un misterio, invisible y que
se escapa. Tristeza y enigma común de una vida que no podemos resolver.
Tiempos
que cambian aunque la política y sus debates se muestren reacios o favorables.
Tiempos que separan evidentemente a hijos de padres tornando lo rápido en lento
y a los últimos en primeros. Tiempos que, vertiginosamente, muestran el cambio
que, no obstante, no puede evitar que haya preguntas evidentes, tristes pero
duras. Por eso Dylan no es un bardo hippie. Cambios que, no obstante, figuran
en aparente contraste con la vida de alguien a quien le han robado todo lo que
se podía robar. Rodar como una piedra que ya no tiene a dónde ir porque le han
robado a alguien todo lo que tenía para ser robado, sin dirección ni hogar
porque eso se lo han quitado a uno, mientras se ufanaba de su ridícula gloria.
Glorias ridículas de una vida que, al irse, nos deja como desconocidos. Glorias
que pueden ser ridículas porque estriban más en ufanarse de ellas; glorias que
se pueden robar. Glorias de las personas que no saben cuántos caminos tiene que
recorrer un hombre para merecerse el nombre.
Yo
creo que eso, sin importar lo popular, merece el nombre de literatura. No por
exquisita, transgresora o socialmente inclusiva que sea, sino por enseñarnos
sobre la vida que tenemos. Porque tiene un genio para expresarlo y cantarlo con
voz modesta, porque puede permanecer con una guitarra y una armónica y con una
imagen pública comercial, amiga de las guitarras eléctricas, seña que para
algunos miopes significa la esencia del cambio de los tiempos. Creación en el
nombre de algo que sopla en la consciencia de los posmoderno, en un rincón
propio que el poeta nos da para en él leernos y sentirnos. Por ese genio que
reconozco modestamente (por mi poca experiencia musical y no por falta suya),
creo que Dylan tiene una obra literaria que merecía ser reconocida por los
otros que pudimos acceder a reunir preguntas cuya respuesta sigue soplando en
el viento, por ser testigos de cómo podernos convertirnos en piedras rodantes.
Tacitus
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