Presentación

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lunes, 17 de octubre de 2016

Lo que sopla en el viento

Lo que sopla en el viento


How many roads must a man walk down
Before you call him a man?

No soy quién para decir con derecho de especialidad si los reconocimientos son merecidos. Sólo sé que algo grande, importante se percibe en la obra de los hombres que ganan un reconocimiento. Hay reconocimientos a la obra intelectual, pero también a la obra en la práctica. Ese reconocimiento proviene, por lo general, de las personas que se coligen como beneficiadas en algo por la obra que premian. Puede incluso que haya exceso de premios y reconocimientos, por ejemplo, sin conocimiento de lo premiado. En el caso de la literatura sucede que, como ejemplo predilecto de lo poco o mucho que entendamos de la palabra cultura, sucede algo único. Que en ella siempre existe la polarización de los defensores de lo culto y lo popular a un grado mucho más complejo que en el caso, por ejemplo, de la música. En pocas palabras, la literatura siempre es el arma de los incultos o de los esmerados en aparentar cultura en alegatos que tienen más compromiso con la corrección ideológica y política que con la importancia que una obra intelectual tiene para el alma del hombre.
No tengo derecho de especialidad, pero sé muy bien que, a pesar de mi pobre experiencia en el tema, la obra de Bob Dylan tiene un carácter literario que habría que empecinarse en una necedad para poder negarlo. No creo que ese carácter tenga que ver con lo popular, por más que el género que siempre se le endilgó tenía el serio y orgulloso título de folk. Que no sea popular no quiere decir, tampoco, que sea parte de una élite. No me puedo creer que a eso se reduzca el gusto por su música y sus letras. No lo creo porque su popularidad se debe más a su obra que al aspecto político. Mejor dicho, que ese aspecto político y social que para todos es tan importante a la hora de hablar del nobel otorgado a ese hombre de voz peculiar y mudable nada tendría de interesante si no entendemos y sentimos su obra antes.
Creo que sólo él ha sabido mostrar cómo una respuesta puede soplar en el viento. ¿Qué significado tiene eso? Al mismo tiempo, ¿cómo eso se compagina con la trillada observación de que los tiempos están cambiando? ¿Qué es ir como una piedra rodando, como un completo desconocido? Un tono solemne siempre se apodera, quizás injustificadamente, de las sensaciones que una melancolía siempre presente logra infundir. Más allá de la protesta, cantar sobre las preguntas que tanto metafórica como literalmente agobian en medio del caos y de la confusión, preguntas que tocan el nervio y que por eso se aprovechan para una protesta ya desangelada porque no ha podido entender qué significa eso de soplar en el viento. Un hombre que siente suyas esas preguntas pero que, como la voz del canto, sigue pretendiendo que no ve en todas las veces que voltea su cabeza. Que lo evidente sopla a todos pero que es un misterio, invisible y que se escapa. Tristeza y enigma común de una vida que no podemos resolver.
Tiempos que cambian aunque la política y sus debates se muestren reacios o favorables. Tiempos que separan evidentemente a hijos de padres tornando lo rápido en lento y a los últimos en primeros. Tiempos que, vertiginosamente, muestran el cambio que, no obstante, no puede evitar que haya preguntas evidentes, tristes pero duras. Por eso Dylan no es un bardo hippie. Cambios que, no obstante, figuran en aparente contraste con la vida de alguien a quien le han robado todo lo que se podía robar. Rodar como una piedra que ya no tiene a dónde ir porque le han robado a alguien todo lo que tenía para ser robado, sin dirección ni hogar porque eso se lo han quitado a uno, mientras se ufanaba de su ridícula gloria. Glorias ridículas de una vida que, al irse, nos deja como desconocidos. Glorias que pueden ser ridículas porque estriban más en ufanarse de ellas; glorias que se pueden robar. Glorias de las personas que no saben cuántos caminos tiene que recorrer un hombre para merecerse el nombre.
Yo creo que eso, sin importar lo popular, merece el nombre de literatura. No por exquisita, transgresora o socialmente inclusiva que sea, sino por enseñarnos sobre la vida que tenemos. Porque tiene un genio para expresarlo y cantarlo con voz modesta, porque puede permanecer con una guitarra y una armónica y con una imagen pública comercial, amiga de las guitarras eléctricas, seña que para algunos miopes significa la esencia del cambio de los tiempos. Creación en el nombre de algo que sopla en la consciencia de los posmoderno, en un rincón propio que el poeta nos da para en él leernos y sentirnos. Por ese genio que reconozco modestamente (por mi poca experiencia musical y no por falta suya), creo que Dylan tiene una obra literaria que merecía ser reconocida por los otros que pudimos acceder a reunir preguntas cuya respuesta sigue soplando en el viento, por ser testigos de cómo podernos convertirnos en piedras rodantes.



Tacitus

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