Había visitado demasiadas tiendas de mascotas y le parecía que aquello era un problema serio. Durante todo el día recordó el video de un perro siendo quemado vivo. Le parecía algo increíble. Pero al mismo tiempo se sentía preocupado de no sentir la menor empatía por el animal. No le causaba placer verlo sufrir, pero tampoco lo incomodaba. Simplemente parecía que su sensibilidad se había disuelto en el fondo de su alma y la había evacuado al amanecer. Decidió que compraría un perro, pero en cada tienda sólo veía a los mismos inocentes animales, enjaulados con la esperanza de vivir unos pocos días antes de que se encontraran solos sin mayor atención que la que tiene un poste de luz. Pensó en su amiga la cual le dijo de manera amable, recurriendo a la pasividad agresiva de los protectores de animales, que no era bueno comprarlos habiendo tantos que adoptar. Pero ¿no eran esos perros enjaulados también víctimas de la misma explotación? ¿De alguna manera eso no ponía en juego la moralidad de aquellos que dicen que nadie tiene más derecho a vivir que otro, sino que la vida humana y animal es de igual valor? ¿Por qué si es así, esos veinticinco perros de todas las tiendas a las que acudió tenían que ser la carne de cañón, o el sacrifico por la causa? Además otras preguntas captaron su atención. ¿Era en verdad adoptar un perro lo que lo sensibilizaría? ¿Y si él mismo era un psicópata que le haría daño a una pobre criatura apenas tuviera la oportunidad de verla sola e indefensa? ¿Era necesario caminar, o pudo haber tomado un micro o un taxi? ¿ La comida china en realidad contiene animales callejeros? ¿eso es realmente malo? ¿Ser comido es peor que ser golpeado, humillado, contaminado y hasta explotado? Mientras cavilaba se encontró con los ojos de un cachorro de Golden Retriever, y pensó que todas esas era excusas para maltratar a los animales haciéndose moralmente aceptable darles un “uso” dentro de nuestra sociedad; un uso que no es comparable al incondicional amor de gente sola que ante la impotencia de ser socialmente activos se limitan a hablar con alguien que jamás les dirá “¡Lárgate, me molestas!”, sólo por el compromiso existencial que representa la necesidad de alimento. Era una buena objeción. Sin embargo al ver y comparar los precios de los accesorios, vacunas, croquetas, medicinas, juguetes e incluso el costo de los perros en las tiendas, decidió simplemente no volver a ver videos de animales siendo torturados.
Presentación

Silencios
martes, 30 de agosto de 2016
lunes, 29 de agosto de 2016
Un soneto
Quiero compartir con ustedes una parte de mis lecturas, en este caso del gran dramaturgo inglés, Shakespeare.
Mi musa no tiene nada que inventar
Mientras tú existas, y en mis versos
Viva tu inspiración, ni qué dudar
Que merezca yo el don de tu excelencia.
Es culpa tuya si no ves nada de mí
Que encuentres de alguna consecuencia
Pues ¿qué tonto habría que no pueda escribir
De ti, que desparramas tal presencia?
Décima musa eres, diez veces mejor
Que aquellas otras nueve en tradición.
Quien escriba de ti avenga a su amor
Coplas eternas de eterna duración.
Llegue a mí hoy la crítica a ultranza,
Mía será la pena y tuya la alabanza.
Traducida y versificada por Fernando Marrufo, México, UNAM, 2009.
Traducida y versificada por Fernando Marrufo, México, UNAM, 2009.
Aurelius
Etiquetas:
Vasos cincelados (Aurelius)
Un retrato para siempre
Alguna
vez díjeles, mis buenos amigos, que en la niñez me encantaba el disco Dedicado a Antonio Machado Poeta de Joan
Manuel Serrat. En él hay un tema que odiaba con todas mis fuerzas: Retrato. Ustedes habrán de pensar, muy
seguramente, que en este humilde textito haré un análisis de dicha canción, o,
como antes lo hice, del poema que da pie a la misma. Sin embargo es del retrato
mismo de lo que quiero hablar. ¿Tomaré como ejemplo el poema? Sí, pero no me
interesan –no porque el poema no lo amerite, sino porque no me siento movido a
ello; yo no soy quien para hablar de aquel magnífico poeta– los versos como
tales, sino la implicación que tienen para todo hombre.
Para quienes no conocen la obra, se
trata básicamente de un autorretrato de Antonio Machado. En ella señala sus
orígenes, su forma de ver la vida, su forma de vivirla, cómo ambas van
totalmente unidas y por último deja claro que la muerte está presente en la
vida y que él la acepta. ¿Por qué un hombre haría algo así? ¿Es propio de todo
hombre, o sólo de aquél que tiene la ciencia poética grabada en los huesos,
retratarse a sí mismo? Creo, por mí y por el mismo Antonio Machado, que es
propio de todo hombre retratarse. Ahora, creo por mí que no todo hombre se
retrata bien.
Retratarse bien es un problema que
en nuestros tiempos se ha tornado muy difícil gracias a las famosísimas selfies y a la actitud pesimista u
optimista que el bendito progreso nos dio sin que se lo pidiéramos –quizá no
sabíamos lo que hacíamos y por eso deberíamos pedir perdón. En la selfie encontramos el retrato simple de
nosotros mismos, donde aparentamos ser patos o alguna otra bestia. Creemos que
a través de ésta conocemos y nos damos a conocer tales cuales somos a los
demás. Sin embargo, lo efímero de la misma nos impide ser conocidos hasta por
nosotros mismos, no porque el conocimiento sea duradero o no deba ser pasajero,
sino porque nosotros mismos volvemos fluido ese retrato, rebajándolo al nivel
de una mosca que pasa, y que no se sabe si es la misma que antes pasó o es
otra: de ahí tantas selfies. Pareciera,
por lo anterior, que el autorretrato tiene como intención conocerse a uno
mismo. Puede que no sea esa su intención, y a pesar de ello implica el
conocimiento de uno mismo, el conocimiento dizque objetivo claro.
Conocerse es imperativo para
autorretratarse, pues sólo aquel que sabe quién es (en toda la extensión de la
expresión) puede hablar de sí sin pena ni gloria, es decir: quien se conoce no
tiene vanidades ni vergüenzas, por eso puede hablar de sí de una manera tan
llana que los que apreciamos su retrato no le sentimos ni soberbio ni modesto.
El ejemplo de lo anterior es el mismo Machado, que en el poema ya mentado,
puede decir que es, en el buen sentido de la palabra, bueno;
lo dice y no suena mal, no creemos que sea alguien sobrado de sí mismo, ni nada
por el estilo; piensa en sí mismo y con ello nos invita a pensar en nosotros
mismos. De esta manera el retrato es una forma en la que uno acércase a un
conocimiento, objetivo o no, claro. Retratarse implica tener la humildad de
reconocerse cómo es y la magnanimidad de darse al mundo a sí, porque se sabe
valioso. Lo anterior, considerando siempre que el retrato no es efímero, sino
que es para siempre –en caso de que se le conserve; claro se le conserva cuando
uno conoce su importancia. El autorretrato es la ciencia del amor al alma.
Machado conoce su alma y nos invita a conocer la nuestra: por eso me gusta.
Talio
Maltratando a la musa
Un retrato
No he
sido en la vida, desde mi natalicio,
un
tipo pobre, ni mucho menos rico.
Llevaba
a cuestas la inocente infancia
entre
la pobreza y la física desgracia.
No
supe de la miseria en ese entonces,
sino
hasta que los grandes hombres,
con
su ánimo moderno y reaccionario,
me
mostraron con crueldad el diccionario.
Mi
memoria, sin embargo, es muy alegre
por
los besos de mis padres en la frente.
Siempre
difícil actuar en amistad:
el
corazón no escoge para donde voltear;
el
mío hacia la mar volteaba siempre,
olvidando
el alma ajena ahí presente.
Tomar
de lo ajeno, hacerlo propio,
no
marcó el alma, mucho, sí, el cuerpo;
éstos,
siendo dos pero uno mismo,
me alejaron
para siempre del abismo.
Amor
en cuatro tiempos por mi reloj pasa:
a las
doce marca el que me vino de casa;
a las
tres, pidiéndome que nunca falle,
suena
el cariño rudo: amigos de la calle;
a las
seis de la tarde voy a la escuela,
la
amistad ahí es buena aunque a veces duela;
a las
nueve el mundo se posa sobre mi vista,
dándome,
del amor al prójimo, la pista;
el tic-tac lo marca mi corazón ajeno:
la
mujer que, sin yo verlo, me supo bueno.
Pensar
es mi esperanza, mi amor y mi fe,
creo
que es la única forma en que puedo dar mi ser.
Al
morir sólo quiero que el cielo me espere,
con
mi amor en cuatro tiempos y Dios que me quiere.
Yo no soy el tipo más brillante, pero sí, muy seguramente y en mi humilde opinión, el más torpe.
domingo, 28 de agosto de 2016
Naucalpan, veinte pesos, cincuenta centavos, agosto veintiocho dos mil dieciséis
Are you being sinister or is this some form of
practical joke?
I'm trying to come to the point.
I refuse to give up my obsession (…)
I'm trying to come to the point.
I refuse to give up my obsession (…)
America, I´m putting my queer shoulder to the wheel
Allen Ginsberg. America.
Allen Ginsberg. America.
Si quieres salvar a alguien, lo primero que tienes que
hacer, es dejar de querer salvarlos. A los humanos nos encanta hundirnos en
nuestras convicciones, creyendo que no hay escapatoria de los entramados que
hemos elaborado para justificar nuestros más obstinados tormentos. Si quieres
que algo funcione bien, no lo sobre racionalices, disfrútalo. Déjate ir. Afloja
la cabeza. Relájate. Que las cosas te sucedan más de lo que tú les sucedes a
ellas. La mera permanencia del hombre es una afrenta contra los designios del
universo. La única manera en que podemos paliar el atropello que le propinamos
al devenir es ser tan felices como nos sea posible. Esa es la afrenta a Dios.
Mostrarle que podemos bailar un vals metidos en medio metro de mierda. Si nos
derrotamos o ni siquiera lo intentamos, ellos han ganado. Ellos los que mueven
las cosas. Dios y los que juegan a imitarlo con dados en la mano. Pero si lo
vas a intentar, lo tienes que hacer con plena convicción, lanzándote por el
vacío y esperando ser cachado. Y si la gente no se deja ir, vagarán por todos
los sitios que pisen. Estando sin estar. El gris de la existencia jamás se irá.
Pero no todo es tan terrible. Hay los idiotas que creen que el mundo puede
cambiar. No sé qué haría sino fuera uno de estos idiotas. Probablemente me
creería la quinta encarnación de Baudelaire y recitaría mis asquerosas poesías
con una voz como de locutor de programa de autoayuda; o peor, ya habría firmado
algún contrato a largo plazo con alguna compañía especialista en capitalizar el
alma. O incluso peor, sino fuera idiota, sería un cínico, un escéptico o una
persona normal. Y no entiendo por qué creo, si de momentos que me separaron de
forma irreconciliable con la vida está llena mi memoria. Pero por alguna razón,
siempre me levanto y eso es muy bello, pero lo terrible es recaer y quizá por
eso la gente no tiene esperanza, porque recaer es la fatalidad del volver al
cero. Y nadie quiere ser un cero. Nadie quiere recaer, pero lo cierto es que
funciona en dos sentidos, que también se puede recaer en algo bueno, incluso
superarlo. Y yo recaigo en mis aires heroicos, con mi entusiasmo espartano y
los ojos iluminados como por lsd. La vida es tan bella que me da asco. Todo es
tan hermoso que parece mentira. Y lo es. Pero asumamos la ilusión. Vivámosla.
Las metáforas no siempre son ladinas. Las palabras no siempre están encantadas
en un influjo retórico malevolente. Se puede ser feliz. Se puede querer ser
feliz. No somos libres, pero somos nosotros. Podemos hacer lo que queramos si
dejamos el ritalin y la coca cola. Podemos ser tan miserables como queramos,
pero primero intentemos comer el mundo con las manos. Me abrazo al instante. A
la confidencia prodigiosa de las tres de la mañana, a la compañía de mis
anhelos, al sonido de las teclas horadando el silencio para firmar mi pacto con
el mundo. No rendirse. Confiar. Creer, vivir y saborear. No sé vivir, no sé qué
hago en este mundo, no sé la naturaleza exacta de mis deseos, pero sé que soy
porque los tengo. Siento el fervor de la vida galopando en mi pecho. Soy estas
manos, estos labios, estos pensamientos nocturnos, este aliento tan falto de
tequila, esta voz sensual tan repentina y detonada por la gripa, soy esas voces
que escucho susurrarme en las tuberías de la pared, soy la sombra que siento
respirar atrás de mí; soy lo que he permitido que el mundo haga de mí.
Genuinamente creo que me puedo salvar del horror de mí mismo. Una sonrisa lo
puede todo. Tuya. Mía. Alojada en un paisaje, un verso, un cariñito, una
canción, un abrazo, unos ojos o en un escrito sin sentido y vomitado. No hay
experiencia sin experimentar. A la mierda con la mierda. A la mierda con mis
planes, no quiero acabar aquel cuento ñero que empecé el otro día en una clase.
Quiero desmenuzar este ímpetu que me mantiene despierto. Quiero ver ese brillo
que justifica toda esta escenografía en la puesta de la existencia. El teatro
de la estupidez humana se está desplomando en brasas encendidas, pero la música
que suena de fondo me incita a bailar. Creo porque es absurdo. Tertuliano. Tertulio.
Eustaquio. Bob. Yo. Carlos. Princess. Reptar. Ese wey. Oye tú. Joe Mero. Estoy
aquí. Esto es el ahora. Vive. Vive, carajo. Siente. El miedo y la incertidumbre
son lo que sumió al mundo en las tinieblas de la propia razón. Sólo se muere
una vez. Hagamos que valga la pena. Aprendamos a morir viviendo. Este no es el
final de nada. Este no es un aullido. Esto no fue escrito por un marica
iluminado. Este soy yo embebido de be bop en un cuarto frío. Y no, no estoy
guarihuano, ni borracho. Hola. ¿Estás ahí? ¿Lo sientes? ¿Me entiendes? Cimbra
nuestras mentes. Impulsa la sangre. Hierve los corazones. El erotismo griego y
la náusea francesa son dos posibilidades igualmente factibles. Las musas me
susurran; el absurdo me da un beso. Quiero ser. Quiero vivir. Quiero querer.
Quiero gritar. Reir. Llorar. Carcajear. Quiero que este escrito no sucumba ante
el olvido. Quiero sus abrazos y sus besos. Quiero que el mundo se alivie de su
empacho de humanos. Quiero que las mariposas aleteen en mi vida. Quiero que
Peña se vaya a la mierda. Quiero que la gente se calle más de lo que hable.
Quiero que abran los ojos. No quiero abrir los ojos. Quiero que no amanezca
pronto. No quiero despertar. Quiero que
el silencio sea considerado bello. Quiero que se me quiten los mocos. Quiero un
puto cigarro. Me aterra el olvido ruin y definitivo. Quiero recordar. Quiero
que la vida me haga trizas un ratito para poder escribir algo digno de
perpetuarse en el tiempo. Asumo que mi vida será corta y que las palabras serán
más eternas de lo que yo jamás podré ser. Quiero que esto sea un canto
frenético. Quiero que mi estilo sobreviva al final de este escrito. Quiero
entender a Kant tanto como quiero no entenderlo. Quiero acabar mi carrera tanto
como deseo abandonarla. La incertidumbre me está dando una erección. Abrazo las
contradicciones que propician la dialéctica de mi vida. Me siento vivo. Ojalá
fuera poeta. Ojalá esto me sirva. Ojalá un día mi pluma flote. Ojalá algún día
sea el mejor yo posible. Ojalá lo logres tú también. Ojalá lo pueda ver. Ojalá
que algún día le salgan alas a mis ojalás. Ojalá vueles. Ciertamente es
extraño, nunca había intentado esto. Me siento bien conmigo mismo. Es una buena
noche, mañana será un buen día. Tengo las manos tibias y en el pecho algo me
palpita. Cierro los ojos un momento, veo algo y sonrío. De vez en cuando en las
noches oscuras brilla una estrella fugaz.
jueves, 25 de agosto de 2016
Camuflaje a la enseñanza
Veintiún años de mi vida han
trascurrido en las aulas. La rutina siempre se redujo a mi principal intención,
al aprender y saber. Aunque en los primeros años no era lo suficientemente
consciente de que aprendía, pues me parece que sólo me ocupaba de repetir lo
que me decían, pues la “miss” así lo mandaba y era obligación atender a ello.
Todas las tareas asignadas por el colegio eran buenas porque éste así lo
declaraba y, los padres creían fielmente en tales preceptos. Por nuestra parte,
los estudiantes nos remetíamos a memorizar cada lección y a preocuparnos por
expresarse lo mejor posible, estar siempre aliñados, ser los mejores respecto a
modales; pues si no teníamos nada bueno que decir, era mejor callar. En
resumidas palabras, la máxima que rigió mi educación fue la memorización de
todo lo que me enseñaban.
Tiempo después, me dijeron que
la educación tradicionalista era un fiasco, pues siempre era memorizar y, ello
distaba del “verdadero proceso de enseñanza-aprendizaje”. Los argumentos
consistían en menospreciar a la memoria, ya que su función es repetir y, ésta
prescinde de la comprensión de lo que se tiene ahí frente. En ese sentido, la
insistencia se tornaba en hacer uso de mis “competencias” y dejar de memorizar
los aprendizajes. El convencimiento de que éramos estudiantes y no “robots”,
cada día se fortalecía más. Esos años de mi vida fueron opacados por una enorme
mentira.
Hace algunos días, dejé de
estar del lado opuesto del salón, ahora me encuentro enfrente ante decenas de
miradas. Y son esos ojos los que me han motivado a escribir esta pequeña
observación. No culparé, como lo hacen muchos, a las autoridades, maestros o
padres, pues esto sólo me haría partícipe de evadir el problema. Encontrar al
responsable no termina con las adversidades, mucho menos desmoronar el sistema
y, edificar uno nuevo; pues se requiere de atender a quienes nos importan, a
los estudiantes. Tampoco caeré en la mercadotecnia barata y fútil de: tú eres el futuro de tu país, pues ni yo
creo eso, lo único que sé es que me preocupa el aprendizaje. Y dando palmaditas
en la espalda o frases motivacionales a los niños, no será sinónimo de que
ellos aprenderán.
Pero esas decenas de miradas me
han dicho que el uso de competencias es un falso y absurdo método pedagógico. Y
la aplicación de las “competencias” es el enemigo del aprendizaje. El mejor
recurso para saber es la memoria, y desafortunadamente se le ha desechado. Si
la pretensión consiste en dejar de ser robots o máquinas programables, mediante
su nuevo método no se logrará, pues éste solamente lo ha propiciado y fortalecido.
Es decir, al estar frente a un grupo, hay que tomar la decisión de ocuparse y,
preocuparse en y por el aprendizaje o remitirse a la ejecución de los
mecanismos pedagógicos impuestos. Finalmente, esta experiencia me ha develado
que la antigua educación se comprometía con la enseñanza, mientras que este
nuevo camino, atiende a la ejecución de técnicas que facilitan cualquier modo
de vida. Algunos quedarán satisfechos con los resultados, otros haremos lo que
esté a nuestro alcance para atender a lo que verdaderamente exige compromiso.
Aunque esto sea merecedor de definirnos como: “maestro indisciplinado”. Mientras pueda poner camuflaje a la enseñanza,
así lo seguiré haciendo.
lunes, 22 de agosto de 2016
Indigencia de la ley
Indigencia de la ley
Cuando la ley parece ausente,
se dice que se debe a una negligencia humana. ¿Qué es el estado, sino el
garante de la aplicación imparcial de la ley? El estado en donde la ley es una
instancia que en poco o nada garantiza la justicia es un fracaso. Es una vida
sinsentido. Si la ley parece requerirse, es porque la naturaleza es muda al respecto
de la solución de un conflicto político, en el sentido en que ello existe en
cualquier comunidad: desacuerdos en torno a la propiedad, al salario y a lo que
debe regir la acción de un ser racional, como lo es el hombre. Hay diferencia
entre la ley natural y la ley positiva. No es sólo que una no pueda ser
cambiada: es que ahí no existe la política. Los conflictos de las abejas y las
hormigas son todo, menos política.
¿Qué otorga la validez o
certidumbre a una ley humana? El conflicto en torno al matrimonio homosexual,
por ejemplo, es una instancia simple en donde puede aparecernos un secreto
complicado. No es anticonstitucional en sentido estricto: lo constitucional
puede ser modificado, como ya ha pasado. No es en perjuicio del matrimonio ni
del estado: la naturalidad del deseo homoerótico no puede ser contradicha sólo
por ser un problema legal; el matrimonio “normal” no desaparece si se acepta.
La base de la comunidad no es la reproducción, como tampoco lo es de la
familia. La ley natural poco dice sobre ello: el amor es el conflicto eterno de
la política.
La ley no sirve para prohibir,
sino para guiar. Es prohibición para lo inadecuado, y todo en beneficio de quien
sirve: la comunidad política. El derecho es conocimiento legal, no burocracia
constitucional. Por eso la ley no es una fuerza en sentido estricto. Tampoco es
necesario que se diga de la ley natural. Evidentemente, el caso de la ley
humana no es la necesidad. El incumplimiento de ella lo demuestra. Si es
procurada por obligación, tenemos ciudadanos abnegados; si es procurada sólo en
lo mínimo, quién sabe hasta qué punto pueda decirse que viva realmente bien.
La persistencia de la violencia
es la herida incurable por la que mana la sangre de la ley impotente. No hay
mejor muestra de ello que el imperio del crimen y la burocratización de la
política; peor es todavía si ambas comparten el poder. La brutalidad y la
irracionalidad juntas. Si se dijo en algún momento que la ley era una razón
para los actos es porque en ella podían “medirse”. Es decir, que uno pudiera
reconocer lo prohibido a partir de lo bueno. Por un lado nos domina el miedo;
por otro, el silencio eterno. Política ciega. No sorprende que, para que
mantener la ilusión, se requiera cambiarles el nombre a las entidades,
publicitar reglamentos de tránsito y basarse en teorías de la imagen pública,
antes que resarcir el daño injusto. Esos errores que pegan en la cara cuando
los sufrimos de primera mano. Los mismos errores por los que no termina el agudo dolor de una cruenta herida que sólo deja el sabor terrorífico de la muerte.
Tacitus
domingo, 21 de agosto de 2016
¿Afirmaciones incuestionables?: Notas sobre el Teeteto parte VIII
Toda afirmación
sobre el hombre que afecte a su acción tiene que ver con la política. Cuando se
afirma que el hombre es egoísta, significa que todas sus acciones las hará
únicamente buscando su beneficio, lo que nos empujaría, en caso de que tal afirmación fuera verdad, a desconfiar de todas
las personas y siempre actuar con suma cautela; si la afirmación es cierta toda
amistad es falsa, el amor no existe y los grupos familiares son sumamente
sospechosos. Cuando hacemos afirmaciones que presentan una descripción
o una clasificación sobre el bien y el mal, mucho más si son afirmaciones
generales, recaen en nuestro ideal práctico de la humanidad. ¿Quien que capte el dilema y trampa de Iván Karamázov podrá afirmar
sin duda alguna que era inocente o culpable al abstenerse de actuar en pro de
su padre? (Su dilema se reduce a la pregunta: ¿por qué dejar que viva quien ha
sido un hombre malvado?) Afirmo que las afirmaciones generales son peligrosas,
y quizá malvadas, si no se han pensado con responsabilidad. Si el hombre es la
medida de todas las cosas, tanto del ser de las que son, como del ser de las
que no son, esto redunda directamente en sus acciones; la afirmación,
aparentemente relativa al modo de conocer humano, es política. Es política por
varios motivos, principalmente porque aparentemente ensalza el poder del hombre.
En el Teeteto, Sócrates usa un
excelente, perenne, ejemplo para refutar lo anterior. Acepta que cada comunidad
puede ponerse de acuerdo con respecto a su idea de justicia e implantarla en su
misma comunidad; empero, cuestiona que decidir cualquier cosa sobre la justicia
sea benéfico. La observación nos lleva a aceptar que la justicia no debe ser
injusta para el hombre. Debemos replantearnos qué es lo justo. Pero, para no
perdernos en diversos temas durante el diálogo, debe replantearse primero lo
relativo a los principios con los cuales conoce el hombre. La máxima del hombre
medida, tomada como principio del conocimiento, debe ser refutada desde sus
consecuencias directas al conocimiento.
No todos los
hombres pueden ser medida del ser porque hay ser con cualidades. Es decir, como
hay artistas que conocen las distintas cualidades de diversos seres de mejor manera que la mayoría, como el
médico en la salud del hombre o el cocinero en los alimentos, no todos pueden tener la verdad sobre todos los seres. El saber no es percepción bajo la máxima protagórica. Tampoco lo es en
cuanto a que toda percepción está en movimiento, pues aunque los seres mantengan procesos, también se perciben cualidades que mantienen regularidad. ¿Podemos ver algo que
cambie de lugar y a la vez cambie sus cualidades? Que ambos tipos de
movimientos pasen al mismo tiempo es algo casi imposible; quizá si arrancamos
una flor de la tierra y la alejamos lejos de donde pueda mantenerse siendo
flor, su descomposición no tarde demasiadas horas. Pero este ejemplo nos
muestra que es más rápido cambiar de lugar la flor que el tiempo necesario para su descomposición y que
una de las características inherentes a la flor es que debe mantenerse en
tierra o en agua para no descomponerse. No perdamos de vista que en esa parte
del diálogo se está pensando la percepción y el movimiento sin intervalos de
antes ni después; sin tener en cuenta al recuerdo ni al olvido, por lo que tampoco
hay error o acierto; sin una relación directa con la intelección, es decir, sin
que se precise en qué consiste el proceso de inteligir y relación con la
percepción. Momentáneamente podemos entender algo entre tantas dudas y preguntas socráticas (espero que no sólo se escuche
o se vea): la percepción no es suficiente para conocer el ser.
Fulladosa
Suscribirse a:
Entradas (Atom)