Alguna vez, amor, fuiste descanso,
como tormenta que se quedó quieta
entre la tierra y se volvió remanso.
Alguna vez, amor, fuiste poeta,
la paz en tu garganta se hizo sanso
dejando entre los hombres una veta.
Alguna vez, amor, fuiste ese beso
que dió a probar la libertad al preso.
Alguna vez, amor, fuiste topacio
pintando nuestras luces de amarillo
y así se iluminó todo el espacio.
Alguna vez, amor, fuiste tordillo,
pintaste negro y blanco aquel palacio
que llevamos al hombro como hatillo.
Alguna vez, amor, fuiste mil manos
abiertas a los versos casquivanos.
Alguna vez, amor, fuiste aquelarre
de antiguas emociones olvidadas,
muy dentro, allá en el rito del amarre.
Alguna vez, amor, fuiste zancadas
atemporales, líneas del desgarre
torturador que dejan las espadas.
Ahora, amor, estás siendo, tú eres
clepsidra: paso de hombres y mujeres.
Glauco