Marcos no sólo platica,
les pregunta, les replica,
en el calor de unos tragos.
Ser así le causó estragos
y la de la panza llena
se le apareció con pena,
le dijo que ése era el día
en que por fin moriría
su pregunta que envenena.
El Marcos ni perezoso
le preguntó a la osamenta:
—¿Acaso te has dado cuenta
que no quiero ser castroso?
—Mentirme así no es honroso.—
contestó —No les escupas
a otros, tú los ocupas.
Marcos, cínico, maldito,
le respondió con un grito
descarado y burlón: “¡Chupas!”.
Glauco